¿Por qué Florrenace? El Renacer de Flor
En verdad, mi vida y mi negocio están repletos de simbolismos. Y el nombre Florrenace no es la excepción.
Para poder comprender mejor, debo remontarme a mis orígenes. Cuando nací, mis padres me llamaron Florencia Romina Prioletta. Y así me llamé los primeros 3 años de mi vida.
Cuando iba a iniciar salita de 3 del jardín, la secretaria se dio cuenta que el nombre que aparecía en mi documento de identidad no se correspondía con el que mis papás le habían dado a ella.
Así fue como se enteraron de que todo este tiempo el nombre que aparecía en mi DNI era Soledad Romina Prioletta. Curiosamente, Soledad era el segundo nombre de mi hermana, lo que derivó en las sospechas de que cuando mi papá fue a anotarme al registro civil, se había confundido de nombre. Ya hoy en día, una simple anécdota.
Ante esta tremenda novedad, mis papás intentaron actualizar mi documento, pero en ese momento el tomo donde había sido anotada ya se había cerrado, lo que indicaba que ya no era posible cambiar el nombre. Dada esa situación, mis padres no tuvieron mejor idea que “adaptarse” a lo que suponía el “sistema” y decidieron llamarme Romina en vez de Florencia. En ese simple acto se materializó el sepultamiento de una “Florcita” incomprendida y vulnerable que no iba a resurgir hasta muchísimos años más tarde.
Con el paso del tiempo, esta historia pasó a ser una anécdota familiar, un poco ridícula y un poco graciosa, con lo cual yo crecí internalizando la idea de que eso que había sucedido no “era la gran cosa”. Incluso, llegué a olvidarme de esta historia. Pero todo cambió cuando me vine Australia. Básicamente yo digo que Australia marcó un antes y un después en mi vida por muchísimas razones.
Mi despertar no sucedió hasta mis 29 años, y esa niña sepultada todas esas décadas comenzó a resurgir lentamente en imágenes que me venían a la mente, recuerdos de esa historia y, sobre todo, en una caída de conciencia de reconocer que eso realmente me había afectado, aunque aún no podía distinguir la profundidad del daño causado.
De pronto me impresioné de cómo nunca me lo había cuestionado, habiendo incluso estudiado psicología en la facultad, comprendiendo la importancia del nombre en la construcción de la identidad de un niño.
Yo misma sostuve por años el proceso de alfabetización de mis alumnos partiendo de la lectura y escritura de sus nombres, por la carga afectiva que eso tenía al momento de desarrollar la lectoescritura.
Increíblemente, nunca había pensado en ello hasta ese momento. Y no es casualidad, pues, había vivido una vida en automático, completamente desconectada de mi ser.
El proceso de transformación que inicié en el 2020 me llevó a conectar con esa nena, con esa Flor que había sido ignorada, sepultada. De ponto pude comprender la gran conexión que había entre mis heridas de adulta con las heridas de esa niña, sintiéndome exactamente igual que a los 3 años.
Desarrollando todo este proceso de evolución, fue que opté por reconocerme como Florencia Romina, aunque no hice ningún cambio de DNI, ya que “Soledad” también cumplió un rol importante en todo esto. Simplemente fue poner cada cosa en su sitio.
De pronto, esa Flor se había convertido en el acto simbólico de todo mi renacer. Me había hecho comprender que todo lo vivido era necesario para poder ser quien soy hoy, por eso honro cada experiencia y la agradezco profundamente.
Este es el origen de Florrenace. Mi negocio nació gracias a este proceso de transformación que dio a luz a los pilares de mi esencia.
Florecer en todo sentido, significó atravesar mi proceso de deconstrucción para luego volver a construirme de una manera diferente, haciendo encajar las piezas de otra forma, generando nuevos espacios de encuentro conmigo misma. Esa es la esencia de Florrenace.
Este un espacio que nos invita a reflexionar desde otra perspectiva, llevando nuestra conexión a otro nivel de conciencia.
Aquellas almas que resuenen con este mensaje podrán embarcarse en este viaje de ida, en el cual el renacer es una constante en nuestros días. Partimos de la base de que nunca somos los mismos, y que cada día es una posibilidad más de transformar y evolucionar.
En Florrenace confluyen perfectamente mi propio proceso de renacimiento y la misión de mi alma y mi negocio. Todos somos una semilla que fue plantada en esta maravillosa Madre Tierra. Somos como la flor, poco a poco nos desarrollamos fuera de nuestra cáscara, sentamos nuestras raíces, las cuales nos mantendrán bien fijos y anclados en nuestro ser.
Como una flor que crece orgullosa y bien erguida mirando al sol, somos ese majestuoso ser y a su vez el proceso que lo llevó a desarrollar todo su potencial.
En Florrenace, te acompaño a habitar este proceso
desde el amor y la gratitud.